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✨☦️ FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ ☦️✨

  • Foto del escritor: ☦️ Rev_P. Estefan
    ☦️ Rev_P. Estefan
  • 26 sept
  • 3 Min. de lectura
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EPÍSTOLA:

1Cor 1:18-24

EVANGELIO:

Jn 19: 6-11,13-20,25-28,30-35

COLOR LITÚRGICO:

Morado


“Ante Tu Cruz, nos proster­namos, oh Soberano;

y Tu santa Resurrección, Glorificamos”.

 

Estamos ante una de las fiestas más solemnes y profundas de nuestra fe: la Exaltación de la Santa Cruz. No se trata simplemente de recordar un hallazgo arqueológico, ni de venerar un objeto material. Hoy elevamos nuestros ojos y nuestro corazón hacia el misterio de nuestra Redención, porque la Cruz es el lugar donde el amor de Dios se manifestó en su máxima expresión.


El apóstol Pablo nos lo dice con claridad en la Epístola: “La palabra de la cruz es locura para los que se pierden; pero para los que se salvan, es poder de Dios” (1 Cor 1:18). Para el mundo, la cruz es un signo de vergüenza, de derrota. Pero para el creyente es el trono de Cristo, el lugar donde la muerte fue vencida, donde el odio fue absorbido por el amor, donde la enemistad entre Dios y el hombre fue destruida.


San Andrés de Creta lo expresa bellamente: “La cruz se llama la gloria de Cristo y la altura de Cristo”. Hoy no glorificamos la madera por la madera misma, sino porque en ella el Señor de la Gloria fue levantado para atraer a todos hacia Él (Jn 12:32). Como dice el mismo santo: “Cristo no es exaltado para que la Cruz sea glorificada, sino que la Cruz es exaltada para que Cristo sea glorificado”.

Al contemplar el Evangelio de hoy, vemos a Cristo en el Pretorio, siendo juzgado injustamente, condenado y finalmente crucificado. San Cirilo de Alejandría nos recuerda que Él “llevó la cruz que nos pertenecía”, tomando sobre sí el castigo que el pecado había traído al mundo. La Cruz no es un símbolo lejano: es nuestra cruz, nuestra deuda pagada, nuestra muerte vencida.


Por eso, esta fiesta es a la vez de compunción y de alegría. Lloramos al recordar el sufrimiento del Señor, pero nos llenamos de gozo al saber que ese sufrimiento nos ha traído salvación. San Efraín el Sirio lo dice con ternura: “Este buen timonel, habiendo llenado toda nuestra vida de abundancia y pacificada, también nos ha traído la vida eterna en el futuro”.


La Cruz no es solo un evento del pasado. Es poder que actúa en el presente. San Juan Crisóstomo proclama que por ella “nuestra naturaleza fue elevada al trono real” y que “la Cruz convirtió la tierra en cielo”. ¡Qué misterio más grande! La Cruz transforma nuestra vida, nos enseña a vivir en la verdad, a despreciar las vanidades del mundo y a caminar en santidad.


La Cruz tiene un significado moral y personal. Cristo nos invita: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Lc 9:23). Tomar la cruz significa aceptar con fe las pruebas, sacrificios y renuncias que la vida cristiana exige. San Andrés de Creta dice: “La vista de la cruz infunde valor y echa fuera el temor”. Cuando miramos la Cruz, recordamos que no estamos solos en el sufrimiento: Cristo ha ido delante de nosotros y ha hecho de nuestra cruz un camino de resurrección.


Hoy, al venerar la Cruz en el centro de la iglesia, elevemos nuestro corazón a Dios. Pidamos que la Cruz siga siendo para nosotros arma de paz, escudo contra el mal y fuente de esperanza. No temamos las dificultades ni las persecuciones: la victoria ya ha sido ganada. Como canta la Iglesia: A tu Cruz nos postramos, oh Cristo, y tu santa Resurrección glorificamos.


Que este día nos renueve en el amor a Cristo, nos haga valientes en la fe y nos recuerde que toda prueba vivida en unión con Él se convierte en camino de vida eterna. La Cruz es nuestra gloria, nuestra esperanza y nuestro gozo.


Amén.


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Tropario (Tono 1)

Oh Señor, salva a Tu pueblo, y bendice Tu heredad. Concédenos la victoria sobre nuestros enemigos y presérvanos, con el poder de tu cruz, a quienes habitan en tu presencia.


Kontakion (Tono 4)

Como Tú voluntariamente fuiste elevado sobre la cruz por nosotros, / concede misericordia a los que son llamados con Tu Nombre, oh Cristo Dios; alégrate con Tu fuerza a Tu pueblo fiel, concediéndoles victorias sobre sus adversarios, para que puedan tener de Ti la ayuda, arma de paz, signo invencible de la victoria.

 
 
 

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