🙏🏻🌞 La hija de Jairo y la Mujer Hemorroisa

☦️ Rev_P. Estefan
15 nov
7 Min. de lectura

Domingo 23 Post-Pentecostés/ TONO 6

EPÍSTOLA:

Ef 2:4-10

EVANGELIO:

Lc 8: 41-56

COLOR LITÚRGICO:

Dorado

El riesgo de la fe y la respuesta de la gracia

Hoy la Palabra de Dios nos introduce en un misterio profundo: la fe verdadera siempre implica un riesgo, y la Gracia de Dios siempre responde con generosidad. Las dos escenas que la liturgia pone ante nuestros ojos se iluminan mutuamente: por un lado, el jefe de la sinagoga que se postra ante Jesús pidiendo por su hija (Lc 8:41-42); por otro, la mujer hemorroísa que, marginada y desesperada, se acerca a tocar el borde del manto de Cristo (Lc 8:43-48). Al mismo tiempo, la voz de San Pablo nos recuerda que todo acto de salvación es Don gratuito: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aun estando muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (Ef 2:4-5) y que “por gracia sois salvos por la fe; y esto no viene de vosotros, pues es Don de Dios” (Ef 2:8). Estas palabras trazan el arco teológico que sostiene el relato evangélico: la fe se arriesga y la gracia responde.

Jairo, como jefe de la sinagoga, debería haber permanecido en su lugar de autoridad; sin embargo, se arrodilla a los pies de Jesús y lo suplica porque su hija única está muriendo (Lc 8:41-42). Ese gesto contiene todo el corazón de la fe: renunciar a la propia reputación por amor a otro. Para un hombre de su condición, hacerse vulnerable era un escándalo; sin embargo, la necesidad lo empuja a arriesgarlo todo. La primera lección que recibimos es que la fe auténtica nace cuando dejamos de proteger nuestra imagen y comenzamos a proteger nuestra esperanza. No es orgullo lo que lo mueve, sino la confianza de que en Jesús hay más poder que en cualquier norma social o prestigio humano.

En el camino hacia la casa de Jairo ocurre lo que humanamente parece una distracción inoportuna: Jesús se detiene porque una mujer toca su manto. Mientras tanto, llega la noticia devastadora: “Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro” (Lc 8:49). Desde la razón humana, aquello es el fin de la esperanza. Pero Jesús mira a Jairo y pronuncia una palabra que atraviesa el tiempo: “No temas; cree solamente” (Lc 8:50). Esa invitación no es una frase para consolar; es un llamado a seguir confiando cuando todo parece perdido. La fe es el “no temas” que Dios pronuncia en medio del “ya es tarde” que nos grita el mundo. Y antes de volver a la escena de la casa de Jairo, detengámonos en la mujer hemorroísa. Lleva doce años enferma (Lc 8:43); ha gastado todos sus recursos en médicos sin cura; su condición la coloca fuera de la comunidad, sufre el aislamiento que la ley le impone. Y, no obstante, ella espera. No espera pasivamente: decide arriesgarse. Dice en su corazón: “Si toco siquiera el borde de su manto, quedaré sana” (Lc 8:44). Sus límites no la paralizan; su enfermedad social no apaga su esperanza. La mujer actúa en lo que podría parecer una contradicción: respetando la realidad de su condición, se atreve a creer en la presencia sanadora de Jesús. Su fe no es una insensatez; es una audacia fundada en la confianza de que la gracia puede irrumpir allí donde la ley y la medicina fracasan. La forma en que Jesús la descubre —cuando Él siente que salió poder de Él— y luego la trata con dignidad ante todos, pone de manifiesto que la gracia devuelve la dignidad perdida.

Viernes 21 de Noviembre

Memoria plena en conjunto de los príncipes de las huestes angelicales: Miguel, Gabriel y Rafael y todos los poderes celestiales incorpóreos

Epístola: Heb 2:2-10

Evangelio: Lc 10:16-21

Color Litúrgico: Dorado

Los ángeles de Dios han sido conmemorados por la humanidad desde tiempos inmemoriales, pero este recuerdo frecuentemente se degeneró en la divinización de los ángeles (como por ejemplo en II Reyes 23:5). Siempre se tejieron fantasías alrededor de los ángeles, algunos de ellos los consideraban dioses, y otros, si no creían que lo eran, los consideraban ser los creadores de todo el mundo visible. El concilio local de Laodicea, celebrado en el siglo IV, rechazó la adoración de los ángeles como dioses en su Canon 35, estableciendo su adecuada veneración.

Todos los Rangos de los Poderes Celestiales son llamados ángeles, aunque cada uno tiene su propio nombre y posición en virtud de su servicio.

El Señor revela su voluntad a los rangos más altos de los ángeles, y ellos a su vez informan a los demás. En todos los Nueve Rangos, el Señor nombró al Santo Arcángel Miguel (su nombre en hebreo significa "quién es semejante a Dios"), el fiel servidor de Dios, como Comandante en Jefe. Echó del cielo al soberbio Lucifer y a los otros espíritus caídos cuando se rebelaron contra Dios. Miguel convocó a las filas de los ángeles y gritó: “¡Vamos a asistir! ¡Mantengámonos firmes ante nuestro Creador y no consideremos hacer lo que es desagradable para Dios!”

Los Rangos Angélicos: se dividen en tres Jerarquías: más alta, media y más baja según su cercanía al Trono celestial de Dios.

La Jerarquía más alta incluye: los serafines, querubines y tronos.

El SERAFIM de seis alas (Flaming, Fiery) (Is 6:12) es el más cercano de todos a la Santísima Trinidad. Arden con amor por Dios y encienden ese amor en los demás.

Los múltiples ojos CHERUBIM (derramamiento de sabiduría, iluminación) (Gn 3:24) se presentan ante el Señor después de los serafines. Están radiantes con la luz del conocimiento de Dios y el conocimiento de los misterios de Dios. A través de ellos se vierte la sabiduría, y las mentes de las personas se iluminan para que puedan conocer a Dios y contemplar su gloria.

Los TRONOS (Col 1:16) están detrás de los Querubines, que llevan a Dios misterioso e incomprensible; a través de la gracia que les ha sido dada para su servicio. Son ministros de la justicia de Dios, que dan a los tribunales, a los reyes, etc., la capacidad de juicio justo.

La jerarquía angélica media consta de tres rangos: dominios, poderes y autoridades:

DOMINIOS (Col 1:16) tienen dominio sobre los ángeles sujetos a ellos. Ellos instruyen a las autoridades terrenales, establecidas por Dios, a gobernar sabiamente y a gobernar bien sus tierras. Los Dominios nos enseñan a dominar los impulsos pecaminosos, a someter la carne al espíritu, a dominar nuestra voluntad y a vencer la tentación.

PODERES (1 Pe 3:22) cumplen la voluntad de Dios sin dudar. Hacen grandes milagros y dan la gracia de obrar maravillas y la videncia a los santos que agradan a Dios. Los poderes ayudan a las personas a cumplir obediencias. También los alientan a ser pacientes y les dan fortaleza espiritual.

AUTORIDADES (1 Pe 3:22, Col 1:16) tienen autoridad sobre el diablo. Protegen a las personas de las tentaciones demoníacas y evitan que los demonios dañen a las personas como lo desean. También defienden a los ascetas y los protegen, ayudando a las personas en la lucha con los pensamientos malvados.

La Jerarquía más baja incluye los tres rangos: Principados, Arcángeles y Ángeles:

Los PRINCIPADOS (Col 1:16) tienen mandamiento sobre los ángeles inferiores, instruyendolos en el cumplimiento de los mandamientos de Dios. Cuidan el mundo y protegen las tierras, las naciones y los pueblos. Los principados instruyen a las personas a rendir el honor apropiado a aquellos en autoridad, como corresponde a su posición. Enseñan a los que tienen autoridad a usar su posición, no para obtener gloria y ganancias personales, sino para honrar a Dios y difundir la palabra de Él, en beneficio de los que están debajo de ellos.

Los ARCÁNGELES (1 Tes. 4:16) son mensajeros de grandes y maravillosas nuevas. Revelan las profecías y los misterios de la fe. Iluminan a las personas para que conozcan y entiendan la voluntad de Dios, difunden la fe en Dios entre las personas, iluminando sus mentes con la luz del Santo Evangelio.

La Sagrada Escritura y la Tradición nos menciona estos nombres de Arcángeles:

Gabriel: fortaleza (poder) de Dios, heraldo y servidor de la omnipotencia divina (Dan 8:16, Lc 1:26). Anuncia los misterios de Dios.

Rafael: la curación de Dios, el curador de las enfermedades humanas (Tobit 3:16, 12:15)

Uriel: el fuego o la luz de Dios, iluminador (3 Ezdras 5:20). Oramos para que ilumine a aquellos con mentes oscuras.

Selaphiel: la oración de Dios, impulsando a la oración (3 Ezdras 5:16). Él ora a Dios por la humanidad.

Jehudiel: la glorificación de Dios, fomentando el esfuerzo por la gloria del Señor e intercediendo por la recompensa de los esfuerzos.

Barachiel: distribuidor de las bendiciones de Dios por las buenas obras, reclama la misericordia de Dios para las personas.

Jeremiel: la resurrección a Dios (3 Ezdras 4:36)

LOS ÁNGELES (1 Pe 3:22) están en el rango más bajo de la jerarquía celestial y están más cerca de las personas. Revelan los misterios menores de Dios y sus intenciones, guiando a las personas a una vida virtuosa y santa. Apoyan a los que permanecen firmes, y levantan a los caídos. Nunca nos abandonan y siempre están dispuestos a ayudarnos, si lo deseamos, aquí consideramos a nuestros ángeles guardianes.

Santoral

Domingo 23 Post-Pentecostés/ TONO 6

Domingo 16

Acépsimo-Comñrs-Mrs-378/Princs Ana hija-Princp Vsevold I

(Ef 2:4-10/Lc 8:41-56)

Semana 24 Post-Pentecostés/Tono 6

Lunes 17

Joánico Gr-Mj-Olimpo.

(1Tes 2:20-3:8/Lc 12:13-15,22-31)

Martes 18

Galactión-Espos Epistéme: Mr-253/San Tikhon Pat-Moscú/Rusia

(1Tes 3:9-13/Lc 12:42-42)